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jueves, 11 de octubre de 2012

Buscandose la vida en el tren

En los últimos días he visto todo tipo de gente tratando de ganar unas monedas gracias a la generosidad de los viajeros del cercanías. Los hay de todo tipo, pero acabo de ver al mejor de todos: Hip-hop en el tren. El chaval se lo ha currado. Se ha puesto a cantar su canción, con una buena letra y buen ritmo, en medio del vagón. Al que menos, le ha arrancado una sonrisa o unos aplausos. Al que más, unas monedas.

Estoy pensando que como ahora pasen el hombre del violín chirriante y la mujer de la guitarra desafinada... Poco quedará ya para ellos. Los veo casi a diario y nunca he oído sonar monedas a su paso. Sin embargo, con el chaval de antes, han aflojado la cartera hasta los estudiantes. Ja, ja, me ha pegado el ritmo y las rimas.

Volviendo al tema de pedir en el tren. Salvo excepciones, como la que acaba de pasar, la moda es dejar un papel contando tus desgracias en un asiento vacío al lado de la gente. A veces va acompañado de un paquete de pañuelos de papel o un mechero, que has de coger a cambio de la voluntad. Así se ahorran el discurso y la vergüenza de pedir a voz en grito para que se les oiga.

Todos están cortados por el mismo patrón, escritos sobre que no tienen trabajo pero sí hijos que alimentar. A mi me da pena, pero nunca doy dinero a nadie. Si alguien llama en mi puerta y me pide comida, le daré lo que pueda, pero dinero no. Me niego.

Otros que no siguen la moda son el hombre del violín chirriante y la mujer de la guitarra desafinada. Día sí y día también nos torturan con su "música".

Ayer hubo otro músico un señor mayor que "tocaba" la armónica. Gracias a su presencia, unos momentos antes de que pasaran el hombre del violín chirriante y la mujer de la guitarra desafinada, estos me parecieron un alivio. No tenéis idea de cómo hacía sonar la harmónica. Todo un castigo para los oídos.